jueves, 5 de julio de 2012

Un marco dorado para mis días de tele

Aún estaba estudiando el doctorado cuando mi hermano Oscar me comentó que en Televisión Española hacía falta una Historiadora del Arte y yo, me presenté; poco tenía que perder.
Al día siguiente a mi entrevista me encontré editando en Prado del Rey un programa religioso que dirigía el padre Martín Patino, realizaba Fernando de Anguita y producía José Luís Portela. Los momentos allí vividos fueron inolvidables como primera experiencia laboral, como aprendizaje, como trabajo en equipo, como días felices. Muy felices.

Pero tras una conversación con Alfonso Cortes Cabanillas (cariño 1), recibí una inesperada llamada de alguien que se identificó como José Fernández Sabio en la que me decía que me iba a incorporar a Deportes, al famosísimo programa de los domingos, Estudio Estadio y yo, incrédula, no acerté a preguntar si aquello era una broma; una broma que duró siete años...

De mis tiempos de deportes hay mucho que contar: de lo mejor a lo peor, de lo más excitante a lo más triste, de lo más distinguido a lo más tirado, de los grandes ganadores o los aplastantes perdedores, de los famosos, de los aspirantes, de los prevaricadores, de los luchadores, de los trepas, de los 'mataos', de los acosadores, de los 'gigolos', de los sindicalistas, de los profesionales, de los compañeros, de los INOLVIDABLES.

Y, aunque poco a poco relate historias, aventuras, perplejidades, risas y lloros; enaltezca a los grandes o desvele a los golfantes (en las tres acepciones que la RAE otorga al término golfo), hoy mis dedos sólo se mueven bajo las órdenes del recuerdo de los mejores: de quienes laboralmente nacimos, crecimos, maduramos y casi morimos juntos en aquel intento.

Podría escribir sobre el grupo de los contratados por Real Decreto menores de 26 años, de los infalibles del mus, de los Tres Mosqueteros o de los Simpson.