lunes, 13 de marzo de 2017

El día de la agresión; yo, una mujer

Hace cosa de año y medio me agredió, verbal y físicamente, un arribista profesional de poca catadura moral y baja calaña, a quien nadie considera amigo, pero muchos le bailan el agua... "entiéndelo, me puede venir bien". Me aburro de oír como unos y otros lo insultan cada día a sus espaldas, pero dicen que la prensa, aunque sea mala, es el cuarto poder y eso, a muchos les impresiona y les afecta.

Ocurrió en una popular calle del madrileño barrio de Salamanca; es cierto que no denuncié y esa obsesión me persigue. Tenía prisa, me sentí abrumada, no supe que hacer. Pero, si en torno a 800 mujeres han muerto en España desde que en el año 2004 se dictara la Ley de Violencia de Género. ¿Quién me dice a mí que mi silencio puede llevar a que un día otra agresión -o una muerte más- pese sobre mi conciencia? El personaje no tiene escrúpulos y sí mucha, pero que mucha tela.


Si alguien se pregunta por qué no lo hice y considera que por ello he perdido la razón, la respuesta es fácil de explicar y mucho más de comprender: tengo marido, hijos, hermanos y buenos amigos que podrían tener un problema grave en aras de protegerme y defenderme y, sólo por eso, a pesar de su insistencia y su rabia, he obviado el nombre… el suyo y el de los labriegos que iban con él y le aran cada día el camino a su paso. Es mucho mayor el amor por mi familia y mis allegados, que el dolor de un manotazo o un insulto en boca de quien pasa por poco más que un ignorante; muy listo, pero ignorante.

Entre sus gritos e improperios, me llamaba vieja (si no lo soy, doy gracias a Dios por estar en vías de serlo, ya que poco faltó para no llegar a escribir esto, luego nada puede ofenderme) y a la vez me acusaba de creída. Y eso sí que me hizo pensar, porque hace años que salí del colegio y no había vuelto a escuchar tal expresión entre la población adulta. Sin embargo, a lo largo de estos meses, me he preguntado de qué se puede 'creer' una mujer -recordemos casi anciana- frente a un hombre que hace unos pocos años superó la treintena y, con artes más delictivas que honestas, tiene sus cuentas llenas. 

Ya sé, ya sé. Hay que decir a qué se debió la agresión porque una fémina, sea quien sea, tiene que demostrar que no se mereció el golpe para gozar de credibilidad: pues se debió a que días antes,en las horas muertas de un viaje, uno de sus empleados me discutió sobre el pago del impuestos y cómo su jefe le había explicado que él estaba excusado (lo único que tenía que hacer era no declarar ningún ingreso para que no lo pillaran) y yo le respondí que en este país, a quien más y a quien menos, la Ley nos obliga; otra cosa es a quién escuchemos. Por si aún tenía dudas, le recomendé que consultara a los abogados de la Asociación de la Prensa. Todo un inconveniente, al parecer, para el insigne empresario.

Nunca creí en la lucha de sexos, pero hay hombres a los que su madre no les dio suficiente zapatilla. Quizá yo tampoco a mis hijos y espero no tener que lamentarlo. Pero ante la tesitura de denunciar o no hacerlo, aunque aún estoy a tiempo y hace pocos días el personaje sumó razones, ¿qué voy a sacar en claro además de mucho mareo? Bueno sí, algo saqué: una lección práctica del manual de la amistad y el manido apoyo a la mujer que yo tanto he denostado: ¡Cuanta triste mediocridad! ¡Cuánta falsa femineidad! ¡Cuánto lazo de postureo! 

Hace unos días, arrestaron a un periodista por acosar a su ex pareja, la televisiva Mari Pau Domínguez. Lo primero que oí tras la noticia fue: "a saber qué le habrá hecho para que éste se ponga así" Y entonces me decidí, tenía que escribir porque a veces, es necesario desahogarse.