domingo, 1 de mayo de 2011

Antes de que ellos aparecieran, ya conocía cuatro de los cinco continentes

A veces me pregunto en qué momento de la historia los periodistas olvidamos nuestro código deontológico, la obligación ética y estética de informar o perdemos el control sobre nuestras publicaciones.
Hoy en día es difícil levantarte una mañana y ducharte con el subidón de adrenalina que te da cuando tienes una buena noticia, una primicia, una exclusiva o, sencillamente, tienes ganas de trabajar y escribir, con la mayor maestría posible, algo diferente.
Lejos quedaron los hallados textos inéditos de Unamuno, las entrevistas a grandes entre los grandes, las amenazas de los políticos por publicar sus tendencias prevaricadoras y su amor por los cohechos o la certeza de que el móvil más 'cool' del momento lleva un log encriptado que lo transforma en el mejor y más peligroso de los espias.
A veces, es la vida quien te quita las ganas; otras, el miedo de tus jefes o socios a un posible conflicto; algunas, las obligaciones que conlleva la publicidad; las menos, la pobreza de espíritu de la gente que te encuentras por el camino.