domingo, 17 de junio de 2012

Sí papá, sigo viva y cantando: yo soy español...

Una noche soñé que un caballo negro corría desbocado por la finca de 'Los Principes', aquella que teníamos en las afueras de Bogotá y en la que un valle de margaritas blancas caía sobre el azul de una maravillosa laguna. Quién entendía de sueños me dijo que era un mal presagio, que se acercaban malos tiempos.
Poco después soñé que unos terroristas entraban en mi casa, eran dos y querían matarme. No recuerdo el final, sólo la angustia. A los pocos días me diagnosticaron el primero de mis dos cánceres; el segundo llegó tres meses después.
Finalmente, soñé con dibujos animados y una muñeca loca que corría por mi casa; de repente se convertía en un torbellino y, aprovechando que se escondía en la taza del baño, yo tiraba de la cadena y la eliminaba. Me desperté y pensé que yo podía con la enfermedad, que tenía que luchar y procurar no agobiar a los míos ni perder la sonrisa. Y en ello estamos; tirando continuamente de la cadena, por si acaso.
Tras el diagnóstico médico, pensé utilizar este blog para despedirme de mi familia (que es grande), de mis amigos (que son muchos), de mis compañeros (que son más), pero aún no lo pienso hacer. Creo que mi padre, aterrado por mi enfermedad, cedió su larga vida a cambio de la mía en medio de silenciosas oraciones.
A veces, estando solos, mientras le daba su cena, le decía: "papi, no te preocupes por mí, si nos vamos, nos vamos juntos". Me miraba y se reía, "¿Juntos? Tu eres muy joven hijita"...
Y creo que sucumbió y que perdió su miedo a la muerte ante la posibilidad de tener que sobrevivir a la mía. Así es que le debo el esfuerzo.
Ahora me encuentro bien, los médicos se han convertido en una 'comodity' en mi vida. Voy al hospital, me suelen dar buenas noticias y yo sigo y sigo y sigo, consciente de que ahora vivo protegida desde el cielo.
El mundial del 2010 lo vi a los pies de la cama de mi padre, sin dejarle descansar un minuto. Gritaba, cantaba y vivía por los dos lo que yo sabía que para él era una emoción inmensa.
Ahora pongo la bandera de España no sobre su cama sino en mi balcón, con la esperanza de que ganemos la segunda Eurocopa y, cuando lo hago, de fondo escucho el eco de mi alma cantando: "yo soy español, español, español".

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