domingo, 5 de septiembre de 2010

En nombre de la libertad. La niña que rompió el muro

Me hubiera gustado escribir esto en Berlín, ayer y antesdeayer dormí alli, pero no tuve tiempo. Bueno, tal vez no quise tenerlo.

Siempre me pregunté que sentiría el día que estuviese ante el muro, aunque nunca pensé que lo vería sobre los cimientos de la central de la Gestapo. Me sobrecogí, me envolví en muchos recuerdos que, poco a poco, iré contando, soñe que ella vino al mundo rompiendo las barreras, como emblema de la libertad; cuando menos, de la suya propia.

El día 1 de noviembre, aprovechando el puente de Todos los Santos, había cogido la baja; ya que el entonces director de Televisión Española, Alfonso Cortés Cabanillas, me había llamado preguntándome como me encontraba y me había dicho en tono paterno-recriminatorio:
- Pilar, estás fuera de cuentas, deberías coger la baja. No vayas a creer que esta casa  es como Iberia y que si la niña nace en el Pirulí la vamos a hacer fija...

Hasta 15 días antes, en que el ginecólogo me había dicho basta, había estado recorriendo el mundo con mis jefes sin temor ninguno.
Cuando cogía los aviones ya iba 'vomitada' y nunca me vió nadie una mala cara. Eso sí, es justo reconocer que, CASI todos, me trataron con cariño y condescendencia, me regañaban si me veían escalar una pirámide en Bangkok o descansaban conmigo en alguna cafetería durante nuestras interminables caminatas por Nueva York.

La noche del día 8 decidimos irnos al cine. Me había intoxicado con una salsa  y los médicos no se atrevían a provocarme el parto por miedo a mi debilidad; pero creo que la película era tan mala que mi hija se sublevó.

A esto de las dos de la mañana empezaron las contracciones, nos fuimos al Hospital del Rosario y a las 11 y 20 del día 9, Fátima abría sus ojos al mundo. Las circunstancias del parto fueron un poco complicadas y yo, agotada, empecé a llorar. Las comadronas, complices de mi dolor mientras me cosían sin anestesía, me acercaban a la niña y ella, en un extraño instinto de neonata me chupaba con su lenguita las lágrimas. Había nacido hija del amor y había nacido para ser mi consuelo pero; había más...

Al subir a la habitación se inició el tradicional rosario de llamadas de tías, tíos y abuelos preguntándome cómo nos encontrábamos y cuestionando el nombre de la niña:
- Se llamará Almudena ¿no?. Una niña madrileña que nace el día 9 de noviembre es un regalo de la Virgen.
Y yo pacientemente, una y otra vez respondía:
- No. Se va a llamar Fátima.
A la sexta o septima llamada, escuché al otro lado del teléfono la voz de Vicente Vallés (no sólo uno de los mejores periodistas de este país sino también un buen amigo):
- ¡Pilarín! ¡Le pondrás a la niña Libertad!
- Tu siempre tan peculiar, Vicente. ¿Por qué le tendría que llamar a mi hija Libertad?
- Mientras que has estado dando a luz, han tirado el Muro de Berlín.

Mi hija nació el 9 de noviembre de 1989, un día en que la huminadidad superó la vergüenza y la humillación y se alzó en una sola voz con un canto a la libertad.

"Me falta fe, me falta caridad. Me sobran mil silencios al hablar. Quiero estallar los muros y creer que un día va a nacer lo que hoy ha muerto ya" (Mocedades).

1 comentario:

  1. Me has emocionado, qué palabras tan bonitas, y qué historia tan tierna. Enhorabuena. Luis

    ResponderEliminar