jueves, 19 de agosto de 2010

Una bomba en casa

No recuerdo la disposición de aquella casa en Bogotá porque no sé si había nacido -mis recuerdos de aquellos años se confunden entre la memoria y los relatos-; pero lo que sí sé es que mi padre tenía la consulta dentro de la misma vivienda (la tuvo casi siempre mientras residimos en Colombia).
Una tarde, por algún motivo que desconozco -no era algo prohibido pero tampoco usual o permitido-, mi hermana la mayor, mi hermanísima, había entrado en la consulta a alguna hora en que mi padre ya no estaba trabajando. Al salir, cerró la puerta sin reparar en una bolsa que alguien había dejado en la sala de espera. Solo habían transcurrido unos minutos cuando... ¡Boom! El artefacto estalló.
La bomba no causó muertos ni heridos, pero impactó psicológicamente en todos los miembros de la familia. Terrorismo se llama ahora, entonces no sé si estaba tan periodística y políticamente tratado, aunque lo que está claro es que sólo pretendían hacernos daño sin un por qué, sin lógica alguna, sin razón, aunque... ¿la tiene alguna vez? En los viejos tiempos, en Bogotá la gente aparecía muerta con la garganta rajada y la lengua que había sido extraída  por el susodicho hueco, colgando a modo de corbata.
Cuando bautizaron a mi hermana, la protagonista de este episodio y de muchos otros en mi vida,
le pusieron una ristra de nombres rimbombantes cada uno de los cuales tenía un por qué: Josefina por mi madre, Alfonsa por el ministro de Franco de Obras Publicas, Alfonso Peña (su padrino), Colomna por vete a saber qué... Sin embargo, a los pocos días de nacer, una niña que hablaba a media lengua se acercó a su cuna y dijo "e pechocha" (es preciosa) y en aquel momento, los muchos renglones que habían dedicado en el  Registro Civil de Madrid a escribir su nombre quedaron reducidas a su apodo: Pechocha.
Yo suelo llamarle Pepa y si hablo con ella, sencillamente 'gorda' (apelativo cariñoso de uso común en mi clan). Ella fue mi segunda madre y la causa de mi primera depresión.
En estos días prepara un baile de máscaras para celebrar que, tras 25 años de enfermedad, la artritis no ha podido con ella; curiosa celebración que refleja su forma ejemplar y admirable de convivir con el dolor.
Pero hay más, si alguien sabe del horror de los asesinos, del peor papel de los terroristas, de la brutalidad del guerrero sin causa, esa es su familia...

2 comentarios:

  1. Y yo te digo Larita porque así eres solo para mi.
    Escribe Lara, escribe que es absolutamente delicioso leerte. TQM, TQM,TQM.

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  2. Años después, ya casada, supe que la bomba la pusieron unos muchachos que tenían una pandilla en el mismo barrio nuestro. Hoy en día uno de ellos es un gran abogado y hasta ha escrito libros sobre leyes. De los demás no se nada.

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